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Este libro lo realizó Picasso sin la colaboración de IIiazd y está Ilustrado con 38 grabados (iniciales decoradas y retratos), se publicó en 1949,
en una edición de 320 ejemplares, de los cuales 11 están impresos en papel Japón imperial y 309 en papel vitela de Montval. Firmado por Picasso, el ejemplar exhibido es sobre vitela de Montval.
Carmen es una historia
de amor y de sangre que transcurre en España. El autor, Próspero Mérimée, finge haber conocido al héroe, el bandido don José, y a la gitana Carmen, su amante. Don José, en prisión luego de haber sido arrestado, le habría contado
cómo Carmen labró su desgracia, como ella le predijera, arrastrándolo al mal con una autoridad diabólica. Siendo soldado, desertó por ella y se hizo contrabandista, asaltante de caminos y finalmente asesino. Mató por celos. A pesar
de sus evidentes artificios, o quizá gracias a ellos, y sobre todo gracias a la ópera de Georges Bizet (1875) y a las numerosas adaptaciones cinematográficas, la historia figura entre las más populares muestras de la pasión.
Se entiende perfectamente que los editores de Carmen se dirigieran a Picasso: el lugar, la acción con sus escenas de tauromaquia, la pasión amorosa, la violencia de los sentimientos, la violencia en sí, todo señala a Picasso
como ilustrador.
Sin embargo, parece que Picasso les llevó la contraria a los editores. No hay escenas de amor o de lucha ni corridas. Esperábamos a Carmen y don José. Ahí están, pero nunca juntos. Sólo hay retratos, figuras
enigmáticas de una simplicidad desconcertante. Ángulos rectos, un cuadrado, dos trazos para los ojos, labios en los que se inscribe una sonrisa indescifrable. Es Monalisa retomada y corregida por el maestro del cubismo, pero
ni siquiera. El cubismo implica relieve, mezcla de perspectivas, superposición de puntos de vista. Aquí todo es plano, es el cuadrado de Malevitch que se anima misteriosamente. Algunos trazos rectos o curvas indómitas. Todo está
dicho. Los grabados son del gran Picasso.
Penetramos aquí en el "misterio Picasso". Él podía ser cruel. ¿Quiso desafiar al editor impotente para imponer su concepción del libro? ¿Quiso burlarse del lector, ese
comprador especulador listo a pagar cualquier precio? Lo peor no resultaría imposible. Picasso se niega a la evidencia, rechaza el cliché. Si pensamos en la Carmen de Mérimée y buscamos un ilustrador, éste no puede ser otro
que Picasso. Pero Carmen ilustrada por Picasso es algo demasiado fácil, demasiado convenido. No vale la pena abrir el libro, sabemos lo que nos aguarda. Pues bien, con Picasso hay que saber que nunca se sabe. Rechaza
absolutamente las convenciones. La cuestión es quizá que un gran libro de pintor no es únicamente el encuentro de dos temáticas comunes, la de una obra literaria archiconocida y de un artista de renombre. Eso es quizá lo que
disgustó al pintor. Encontramos una especie de inadecuación, un bello papel, una estupenda tipografía no bastan. Hay que sorprender, desconcertar. Si ese era el propósito de Picasso, el resultado es el esperado. Pero el libro en
cuanto tal es un fracaso a medias. Los grabados son sorprendentes, pero ¿están donde les corresponde? Parecen decirnos '¿No me esperaba aquí?, pues aquí estoy y aquí me quedo. Es el texto el que debe irse, no le hemos pedido nada'.
El libro no figura entre los 'grandes' ilustrados por Picasso, los puristas le vuelven la espalda a esta obra extraña, pero ¿acaso la vida y la obra de Picasso no son una inmensa burla ante el mundo?
Texto: adaptación de la conferencia dictada por el profesor de lingüística de La Sorbona, París IV,
Michel Viel, propietario de los libros. Traducción: Carmen Rada y Dominique Rodríguez. |