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Un país hecho de fútbol

 

Un país hecho de fútbol

Por Adolfo Zableh Durán


No se deben apoyar las cosas porque sean de la tierra de donde uno nació; la patria no existe pese a que muchos se maten por ella. No hay que llenar los teatros para patrocinar el cine nacional, ni comprar libros de autores nacionales; si la Coca-Cola es más rica que la Uva Postobón, nada que hacer.

Con el fútbol ocurre lo mismo. Fanático del fútbol, me cuesta ir a un estadio a ver un partido regular. Prefiero darle ese dinero al cine (extranjero) u ocupar una tarde de domingo en cualquier otra actividad. Uno gasta su tiempo libre en las cusas que le causan placer ¿Quién podría culparme si la liga local no me emociona?

Pero un país hecho de fútbol va más allá de Millonarios – Nacional del domingo. Yo iba al estadio antes de poder caminar, y aprendí a leer con cuadernillos de fútbol.

Mi padre me llevó al Eduardo Santos, quizá el estadio con la peor gramilla del mundo, cuando yo tenía cuatro años. Era muy pequeño para recordarlo, lo sé porque él me lo contó. Luego conocí el Romelio Martínez, la casa del Junior antes de que se construyera el Metropolitano.

Yo era aún muy niño para entender algo de lo que allí ocurría. No sabía, por ejemplo, que el Romelio era arquitectura Art Decó, como la parte más alta de la torre Chrysler, en Nueva York. Para mí era un escenario viejo y deteriorado, con la grama casi tan seca como la del Eduardo Santos, a donde los equipos visitantes iban con miedo por la cercanía de las tribunas a las cancha y el calor de las tres de la tarde. Allí vi a Zico cuando fue a jugar el Flamengo por Copa Libertadores, año 84, diría yo. Es de lo poco que recuerdo.

Celebré las clasificaciones a tres mundiales consecutivos, disfruté más el 1-1 contra Alemania que el 5-0 a Argentina; creo que nunca será tan feliz como el 19 de diciembre de 1993, cuando Junior fue campeón de Colombia después de ganar 3-2 al América sobre la hora.

Pero eran otras épocas, era otra edad, Luego fui creciendo y el fútbol local dejó de emocionarme. Hoy no me transmite nada, ni el de acá ni el de los compatriotas que juegan por fuera. Falcao García viene de meter toneladas de goles con el Porto y no sentí nada; igual hubiera podido meterlos un angoleño y mi vida sería igual.

Creo que es las cosas en mí tienden a morir a medida que se vuelven cotidianas. He ido a dos mundiales y recuerdo que la primera vez que entré a un estadio mundialista empecé a llorar, y que así estuve durante la primera semana. Estadio al que entraba, estadio que me aflojaba las lágrimas.

Luego pasaron los partidos, terminó Alemania 2006 y empezó Sudáfrica 2010 y yo no me conmovía. Estaba en los mejores estadios, viendo a los mejores jugadores y no sentía nada. Es mi culpa, seguro. Ahora quiero que Colombia clasifique a Brasil 2014, quiero estar en el estadio el día que debute en el torneo, a ver si el fútbol vuelve a emocionarme como cuando era niño.

 

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