Velorios y santos vivos en el Museo Nacional
Comunidades negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras
“Es una exposición de siete retablos con las mariposas, moños, velos, estrellas, soles, coronas, flores, cancioneros, himnarios, luminarias e imágenes santas que han permitido la comunicación entre los vivos y sus antepasados. Un sacerdote de la Pastoral Afrocolombiana, un pastor bautista, un babalao de la Santería o religión de los Orichas y un hougán del Vudú concelebraron un rito ecuménico para consagrarlos, y de esa manera rendirles tributo a los muertos insepultos de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, además de los del resto de las Afrocolombias. Sus familiares no han podido hacerles las ceremonias que los llevarían a su destino final, debido a que han sido víctimas ya sea de naufragios o del conflicto armado. De esa manera, los asistentes podrán ofrecerles plegarias, ofrendas, cantos e himnos que contribuyan a su descanso eterno”. Texto del catálogo.
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La Sala de Exposiciones Temporales Gas Natural está dividida en dos espacios Lo profano y Lo sagrado, porque corresponden a dos aspectos que conviven y son fundamentales en los ritos que realizan las comunidades que participan en el proyecto: San Andrés, Providencia y Santa Catalina (Caribe insular); Quibdó, Istmina y Condoto (Chocó); Guachené, La Cabaña, Padilla, Puerto Tejada, Villarrica, Yarumales (zona plana del norte del Cauca); Quinamayó (Valle del Cauca);Tumaco, Imbilí, Tulmo, Vuelta de Candelillas, Robles y Espriella (Nariño y límites con Ecuador); Guapi y río Quiroga (Cauca, sobre el litoral Pacífico); Uré (sur de Córdoba) y Palenque de San Basilio (Bolívar).
Lo profano
En esta sección se alude al espacio de encuentro de los deudos o personas que acompañan a los muertos y sus familiares, a las actividades que éstos realizan durante los ritos fúnebres como jugar dominó, parqués o damas chinas. En este espacio, además, se presenta a través de vídeos y fotografías una cartografía de los orígenes étnicos de los afrocolombianos y un contexto actual de estos pueblos, que hace evidente su ubicación en zonas con altos niveles de violencia e índices precarios de desarrollo.
Lo sagrado
Presenta las dos maneras como las comunidades viven la experiencia de lo sagrado a través de los ritos fúnebres y la devoción a sus santos.
Ritos fúnebres
Los ritos se desarrollan en distintas etapas y las comunidades las realizan de manera particular como un mecanismo colectivo para el manejo del duelo. En la exposición se presentan de manera detallada y se exhiben cuatro altares de las comunidades San Andrés, Archipiélago raizal; Uré, Córdoba; Guapi, Cauca, y Palenque, Bolívar, los cuales son concebidos como espacios de encuentro con los ancestros, donde no existen diferencias entre los vivos y los muertos.
Agonía
La agonía comienza cuando la sabiduría local identifica la proximidad de la muerte; activa la solidaridad comunitaria y termina con el fallecimiento de la persona. Al contrario de lo que sucede en las grandes metrópolis, los dolientes no aíslan a la persona enferma, sino que la rodean de amor y compañía, le ofrecen sus alimentos y bebidas predilectas, la llenan de afecto, le rezan oraciones y le leen novenas de los santos para ayudarla en el buen morir.
Muerte
La muerte no consiste tan sólo en el deceso, sino que involucra la preparación, el arreglo y la conservación del cuerpo hasta cuando los deudos lo ponen en el ataúd, para que la comunidad lo vele, le rece, le cante o le baile.
Cuando no hay funeraria, al tener lugar el deceso, mujeres y hombres hacen tareas distintas. Por lo general, ellas se reúnen alrededor de quien va a lavar y embalsamar el cadáver para ayudar, rezar, cantar, coser, y asear y decorar el recinto. Ellos se reúnen con el carpintero o van al cementerio para alistar la sepultura.
Velorio o Set up
La tercera etapa comienza con la exposición del cadáver debidamente arreglado ante sus allegados hasta cuando se lo llevan para el cementerio. El eje de rezos, cantos y bailes es un altar que en la mayoría de los casos ostenta un Cristo y un moño de tela negra o una mariposa del mismo color tallada en madera o cortada en papel. Generalmente, el altar está ricamente decorado con telas, coronas de flores y de papel, e iluminado con cirios o veladoras. Durante el velorio surgen tres espacios: uno sagrado donde está el altar, uno semisagrado donde las mujeres preparan los alimentos que jovencitas y adolescentes reparten entre los asistentes, y una zona profana, por lo general en el jardín o antejardín, donde se reúnen cantores y cantaoras para descansar, así como familiares, compadres y amigos venidos de lugares cercanos y lejanos. Allí juegan dominó y cuentan chistes de doble sentido, leyendas de seres sobrenaturales e historias cotidianas. Además del acompañamiento a la familia, los asistentes aportan trabajo, materiales, comida, licor y dinero.
Entre los palenqueros y quizás entre todos los afrocolombianos y raizales, la música es el medio privilegiado de expresión y comunicación. En consecuencia, el lumbalú o baile e’ mueto domina las ceremonias fúnebres. Consiste en un canto responsorial en idioma palenquero y español para evocar la memoria del muerto durante el velorio, el entierro y la novena. El ritual lo lideran cantaoras: una entona los versos y las demás responden o hacen coros lastimeros, mediante los cuales dirigen el “alma” o “ánima” del difunto desde “el más acá” hasta “el más allá” (Martínez, 2008:14).
Entierro
La cuarta etapa empieza cuando los allegados sacan al muerto del lugar de velación hacia el cementerio y termina cuando lo sepultan. Cuando hay iglesia, tienen lugar dos procesiones fúnebres, una hasta el templo y otra hasta el cementerio.
Terminada la ceremonia en la iglesia, hacen otra procesión hasta el cementerio. A lo largo de ese recorrido pueden ocurrir expresiones públicas de quejas, reclamos o por el contrario, alabanzas referidas a las cualidades del difunto.
Novena o nine nites
El quinto periodo dura nueve días, contados desde que los deudos regresan a casa después del entierro. Durante las siguientes ocho noches, el punto de encuentro con el ser querido, ya ausente, consiste en un altar muy sencillo, frente al cual rezan salves y rosarios, y cantan alabaos.
Última Noche
La sexta etapa empieza el último día de la novena con la construcción de un altar nuevo muy solemne o el arreglo del que se ha usado los días anteriores, y concluye con el levantamiento de la tumba, momento en que se desbarata el altar, generalmente a las cinco de la mañana, sellando así la partida del difunto.
La ceremonia se inicia antes de las nueve de la noche con cantos y rezos. Al igual que en el velorio, se instala un fogón en un espacio diferente al del altar, del cual irá saliendo la comida y las bebidas que serán repartidas entre los asistentes. El antejardín de la casa, con sillas y mesas cubiertos por una carpa, delimita el espacio profano del rito. Allí los asistentes juegan dominó, cartas y parqués; cuentan mitos, leyendas, historias fantásticas y echan chistes mientras frente al altar, cantaoras y cantaores no paran de entonar alabaos, cantos e himnos y rezar salves, rosarios y otras oraciones. La solemnidad y el sentimiento de este rito, obedece a que es el último adiós al ser querido.
Aniversario o Cabo de Año
Entre estos pueblos existe la tradición de que los muertos, santos, vírgenes y el propio Jesucristo hacen parte de la categoría de la gente, así que a las deidades les celebran sus aniversarios de nacimiento o los cabos de año, correspondientes a la fecha de su muerte. Para esas ocasiones arman un altar especial, ya sea de carácter familiar o en una iglesia.
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Devoción a los santos
La exposición mostrará aquellas maneras de adorar a las ánimas, los santos, las vírgenes y a Dios, que tienen una raíz antigua, influida por las tradiciones de la gente de África occidental y central. Por esta razón, se exhibirán máscaras y estatuas de madera que encarnan la estética y la espiritualidad con que los artistas del valle del río Congo en África central tallaron un tributo a sus ancestros. Estás piezas hacen parte de las colecciones del Museo Nacional.
De igual manera, incluirá un altar para la Virgen del Carmen, conforme lo arman los devotos en lugares como Espriella y Tumaco en el Pacífico sur, para agradecer que sus embarcaciones se mantengan a flote; un retablo a San Pacho, adorado por los quibdoseños, no sólo después de que impidiera que los barrios de la gente negra se incendiaran, como las casas de la carrera primera, sino porque lo vieron llorar a causa del siniestro (Friedemann 1989: 143). Por eso, a él y a otros santos y santas quienes además hablan, sonríen o se sonrojan, los llaman santos vivos y santas vivas. Otro altar representará los pesebres que los norte caucanos hacen para las Adoraciones del Niño Dios en sus festejos anuales de febrero y marzo.
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