Egipto: el paso a la eternidad [4.000 a.C.-135 d.C.]

La exposición
La muestra, ubicada en la Sala de Exposiciones Temporales Gas Natural, exhibe 73 objetos originales en un montaje que busca evocar una atmósfera egipcia a través del uso de colores que sugieren las arenas del desierto, un manejo de luz que destaca de manera particular cada una de las piezas y la reproducción en las vitrinas y la entrada a la sala de la forma de una mastaba.

Está dividida en cuatro espacios: 1) una introducción, en la cual se contextualiza la muestra a través  de la presentación de un mapa del Nilo, con una una cronología sobre las dinastías e información sobre la piedra de Rosetta; 2) exhibición de las piezas originales en cuatro secciones temáticas: el mito de Osiris; el culto a los muertos; la cámara sepulcral con objetos religiosos y la cámara sepulcral con objetos cotidianos; 3) la tumba Tjari de la dinastía XXVI, época saíta (600 a.C.), perteneciente a las colecciones del Museo y 4) una sinopsis de la egiptología (ciencia que estudia la antigua civilización egipcia en todos sus aspectos desde su prehistoria hasta el final de la era faraónica con la conquista de Egipto por Alejandro Magno en el 332 a.C., continuando con etapas posteriores hasta llegar a la cultura copta).


Introducción

El río Nilo
El río Nilo, que atraviesa del desierto del Sahara de sur a norte, es considerado el origen de la civilización egipcia, ya que el fenómeno natural de la crecida garantizó para este pueblo, durante siglos, un territorio rico y próspero. Cada mes de julio el río aumentaba su cauce debido al incremento de las lluvias en el territorio africano y una vez cedía la inundación, quedaba un suelo fértil que permitió un gran desarrollo de las labores agrícolas.

Los egipcios hicieron del río el centro de su vida; de hecho, desde tiempos inmemoriables éste marcó su organización política en el Alto Egipto (o valle del Nilo), representado con la flor de loto, y el Bajo Egipto (o Delta), representado con el papiro. La frontera  entre las dos zonas se localizó cerca de Menfis y fue denominada "la balanza de las dos tierras". Los comienzos del imperio egipcio están ligados a la unificación de estos dos territorios.

En esta sección se presenta un mapa del río en el cual se destacan las capitales dinásticas, las principales ciudades, necrópolis y templos.

31 dinastías en 4.000 años
La cronología abarca del 4.000 a.C. al 395 d.C. En ella se presentan, entre otros, la historia del imperio egipcio desde Narmer, quien se cree unificó las dos tierras, hasta Cleopatra, en 31 dinastías en las que reinaron 50 faraones egipcios, nubios, saítas, persas y griegos.

El pueblo egipcio desarrolló una cultura propia, alentada por la confianza y la seguridad  ofrecida por el río Nilo y por la certeza de ser un pueblo comandado por su propio dios: el faraón. Fueron hábiles agricultores y, en algunos momentos de su historia, grandes conquistadores. Sus gobernantes, en la mayoría de los casos, dedicaron sus esfuerzos a organizar y administrar de manera ejemplar su territorio.

Desarrollaron una escritura propia a través de los jeroglíficos, un calendario de 365 días, alcanzaron importantes avances en medicina y crearon una estética propia para la representación de la imagen, caracterizada inicialmente por la solemnidad y el hieratismo; fueron una sociedad que se preparó para la eternidad y que, posteriormente, se representó de una manera más natural y realista. De igual forma, los egipcios dejaron un legado arquitectónico fundamental para la civilización occidental por su precisión y perfección en los primeros tiempos y por su monumentalidad hacia el declive del imperio.


La piedra de Rosetta
En esta sección se presenta información sobre una estela negra de basalto encontrada en 1799 por militares de las tropas de Napoleón en cercanías de Rosetta (Rashid, Egipto), en la que se reproduce un decreto del faraón Tolomeo V (196 a.C.) en jeroglífico, demótico y griego. Gracias a este hallazgo, en 1822 el francés Jean-François Champollion descifró los jeroglíficos con la ayuda del copto (lengua de los cristianos descendientes de los antiguos egipcios) y declaró oficialmente el nacimiento de la egiptología.


Egipto: el paso a la eternidad (4.000 a.C.-135 d.C.)


La cultura del Egipto faraónico amó tanto la vida que deseó vivir para siempre.
Durante milenios, generación tras generación, los egipcios no escatimaron esfuerzos para garantizarse la eternidad: tumbas, mitos, ritos, momias, ajuares funerarios (...) son el testimonio de su esperanza en una existencia que deseaban que se prolongara a perpetuidad.

El Mito de Osiris
Este mito es fundamental para entender la creencia de la vida de ultratumba de los egipcios, ya que en él se explican el origen divino del faraón y cómo la eternidad está ligada a la conservación del cuerpo: la momificación.

En este espacio se exhiben estatuillas muy elaboradas sobre la tríada del mito, Osiris, Isis y Horus (los egipcios solían asociar sus dioses en tríadas o familias constituidas por un marido, una esposa y un hijo), acompañadas por la momia de un gato, encarnación de la diosa Bastet, protectora del hogar y de la familia.

Osiris era el dios de la ultratumba, de los muertos, del mundo subterráneo. No obstante, en Egipto estas nociones estaban vinculadas a los conceptos de regeneración y vida eterna. Por eso era también un dios de la fertilidad, de la fecundidad, de la vegetación emergente y de la vida renovada.

E-194
Estatua de Horus
Arenisca y bronce
Dinastía XXVI (664-525 a.C.)
34.8 x 10.8 x 9 cm

E-97
Representación de Isis y Osiris
Bronce
Dinastía XXVI (664-525 a.C.)
20.5 x 5.2 x 11.2 cm

El mito de Osiris habla de un bondadoso y sabio rey que tuvo que enfrentarse a su perverso y envidioso hermano Set, el cual pretendía apoderarse de su trono. La leyenda cuenta que Set descuartizó a Osiris y desperdigó sus trozos por todo Egipto. Isis, su esposa, y su hermana Neftis, viajaron por todo el país en busca de los fragmentos. Con ellos, Isis confeccionó una momia, a la que consiguió volver a la vida con el viento provocado con sus mágicos brazos convertidos en alas. Más tarde, Horus, hijo de Osiris, logrará vengar la muerte de su padre y establecerse como faraón, en tanto que Osiris se transformó en el todopoderoso de los muertos.
 
El monarca egipcio, desde los tiempos más remotos, fue identificado con Horus. Estas concepciones fueron fundamentales para asentar el dogma de la realeza: cada rey vivo fue identificado con Horus, quien al morir, se transformaba en Osiris, rey del más allá.

La vida eterna se planteaba como una continuidad en la que el componente orgánico era fundamental, ya que la eternidad dependía intensamente de la conservación del cuerpo del individuo, elemento que daba soporte al complejo concepto de identidad desarrollado por los antiguos egipcios.
 

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