La exposición reúne 33 obras entre dibujos, grabados, acuarelas y un diario de viaje del entomólogo y artista alemán, radicado en Colombia, Leopoldo Richter [Gross-Auheim, Alemania, 14.2.1896-Bogotá, 22.2.1984]. Su obra resulta fundamental no sólo por su valor artístico, sino porque constituye un documento científico y antropológico de los habitantes, las costumbres, y la vida vegetal y animal de Colombia durante la segunda mitad del siglo XX. Estos aspectos fueron estudiados por Richter en sus viajes por el territorio colombiano, especialmente por la selva amazónica y la costa Pacífica.
La exposición busca rescatar la unión entre arte y ciencia en el pensamiento de Richter como una forma particular de entender el mundo. De hecho, en la segunda mitad del siglo XX, sus trabajos fueron expuestos en las salas de arte desde un carácter exclusivamente estético.
Carolina Vanegas, curadora de la muestra, explica su propuesta: “Parto de un pensamiento de Richter que señala que no se debe ir a la selva en busca de ‘algo’, sino que debe esperarse, con una actitud respetuosa, a que ésta descubra ante uno, toda su complejidad. De esta manera, pretendo que en el Gabinete de Dibujo y Artes Gráficas, el espectador avance a través de los dibujos: se interne primero, en el paisaje, después encuentre la relación entre éste y el hombre, y luego, descubra de la mano del artista, una aproximación más profunda al pensamiento y las relaciones humanas de los habitantes de la selva en la década de 1950. El título de la exposición: Un paraíso perdido, hace referencia a la oportunidad que tuvo Richter de documentar toda la riqueza de ese mundo, poco antes de iniciarse la devastación territorial y humana, provocada por la explotación ilegal del cultivo de coca”.
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Pescando con barbasco
Ca. 1950. Edición póstuma
Xilografía sobre papel
35 x 25 cm
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Sin título
s.f.
Crayola sobre papel
21 x 31 cm
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Orinoco
Ca. 1951
Grafito sobre papel
31 x 24 cm
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Chocó
Ca. 1950
Grafito sobre papel
31 x 24 cm
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Inírida
Ca. 1951
Grafito sobre papel
31 x 24 cm
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Nuquí
Ca. 1951
Grafito sobre papel
31 x 24 cm
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Sin título
s.f.
Grafito sobre papel
33,7 x 24,5 cm
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Sin título
1957
Crayola sobre papel
32,3 x 24 cm
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Sin título
s.f.
Crayola sobre papel
34 x 22,7 cm
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Sin título
s.f.
Grafito sobre papel
33,7 x 24,7 cm
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Sin título
Ca. 1950
Xilografía y tinta china sobre papel de arroz
37 x 25,5 cm
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Ensenada de Utría
1950
Acuarela sobre papel pergamino
24,5 x 17,5 cm
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Sin título
Ca. 1950.
Edición póstuma.
Xilografía sobre papel
35 x 25 cm
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De la serie de los membrácidos (Villavicencio, río Ocoa)
Ca. 1945
Acuarela sobre papel pergamino
27,6 x 19,7
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Sierra de la Macarena
1951
Acuarela sobre papel pergamino
30,5 x 24 cm
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Sierra de la Macarena
1951
Acuarela sobre papel pergamino
29 x 23 cm
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Leopoldo Richter y su obra
El artista y entomólogo Leopoldo Richter [Gross-Auheim, Alemania, 1896 - Bogotá, 1984] se radicó en Colombia en 1935. Antes había vivido en Alemania, donde estudió pedagogía en la Escuela Superior Técnica de Baden, Karlsruhe (1921-1924), profesión que ejerció hasta 1932. Sin embargo, la situación política de su país, al amor por la naturaleza y el interés por la entomología y el arte, lo llevaron hacia Suramérica, donde se dedicó a viajar por las selvas amazónicas de Brasil y Colombia.
Durante esos viajes trabajó de manera empírica en la entomología y el arte, como una forma similar de aprehender la naturaleza y seguir así, los postulados de su antecesor alemán: Alejandro de Humboldt.
En la obra de Richter no es posible separar el arte de la ciencia. Esta actitud se revela en todo su esplendor, en los cuadernos de apuntes, ricos en información científica y antropológica y con cientos de dibujos y anotaciones. En un comienzo, sus investigaciones entomológicas fueron divulgadas en el Catálogo de los membrácidos en Colombia, publicado por entregas desde 1940, con el apoyo del Instituto de Ciencias Naturales, al cual estuvo vinculado Richter durante 23 años.
En la década de 1950 inició la exhibición pública de sus dibujos y pinturas. Aunque sus obras fueron bien recibidas por el medio artístico colombiano, Richter decidió permanecer al margen de los círculos artísticos y continuar su propuesta plástica de manera marginal.
En 1957, la crítica de arte argentina Marta Traba se refirió a su obra así:
La obra de Richter está presidida por el deseo de conocimiento: mucho más que un propósito sensible, parece ser un fin inteligente el que la anima. […] Su obra tiene la sorprendente y seductora originalidad de un ojo que, sabiendo muy bien cuál es el estado, las corrientes y las necesidades de la estética del siglo XX, no vive sin embargo, demasiado inmerso en ellas como para parecerse a alguien: su pintura tiene la frescura, y la directa ferocidad de una expresión no contaminada, de la incursión pura y desinteresada de un hombre inteligente por el terreno de la concepción pictórica[1].
Si bien es cierto que las preocupaciones de Richter fueron principalmente de tipo científico, también resultaron fundamentales sus vivencias en las selvas colombianas y su interés por conocer a profundidad la forma de vida y pensamiento de los indígenas y negros de esas regiones. Partiendo de su álbum de dibujos se sabe que visitó la costa Pacífica (1950), la Sierra de la Macarena, el Meta, el Guaviare, Cartagena e Islas del Rosario (1951) y el Chocó (1954).
El artista-científico se manifestó de manera clara y contundente, en contra de las influencias externas que afectaron históricamente, el libre desarrollo y la supervivencia de las tradiciones en las culturas indígenas de la Orinoquía colombiana. Al respecto anotó:
Y en cuanto a la cultura, jamás he oído o leído de un misionero honesto que tuviese el empeño de llevar cultura al indígena. Únicamente civilización. Sin embargo, los civilizados que visitaron al indio o destruyeron sus objetos de barro o se los robaron, o bien destruyeron su cultura o la tomaron, pero nunca aportaron cultura. ¿O son cultura el aguardiente y las perlas de pacotilla? ¿Son cultura los látigos y las cadenas de los caucheros? Jamás pude encontrar algo diferente… Cultura es creación. Civilización es hacer negocios. El indio, empero, crea todo lo que necesita su vida y lo que la hace hermosa. El civilizado hace un cambalache de todo lo que existe, incluso de su propio trozo de vida[2].
Richter hizo referencias someras a la situación política de las regiones que visitó en la década del cincuenta. En su relato de viaje a la Sierra de la Macarena, realizado en enero de 1951, denunció, entre comentarios de flora y fauna que: “Comienza el bandolerismo. En Puerto López colgaron de los pies a unos hombres en los árboles y les cortaron las manos a hachazos. Una mujer fue crucificada y su vientre abierto (Los asesinos fueron indultados en 1954)”.
En estas regiones, los colonos iniciaron una actividad agrícola que hoy es casi exclusiva de cultivos de coca, los cuales han llevado a la región hacia grandes problemáticas de violencia y narcotráfico. Esta situación actual ha provocado la destrucción del “paraíso” humano y natural que Richter alcanzó a vislumbrar y documentar en su obra.
[1] Marta Traba, “Wiedemann y Richter. Dos descubridores de Colombia” en revista Prisma, núm. 7, julio-agosto de 1957.
[2] Leopoldo Richter, “Textos relacionados con los indios de la selva amazónica”. [Traducción del alemán: Rafael Arteaga Díaz]. Documento inédito, cortesía de Gisela Richter.
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