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Una historia llamada Memoria

 


Por Ángela María Agudelo Urrego

Desde 1847 hasta 1948, el edificio que hoy alberga al Museo Nacional de Colombia fue la Penitenciaría Central de Cundinamarca. Uno de los calabozos del primer piso, en palabras del poeta liberal Adolfo León Gómez, era el de los botalones, reconocido por tener postes de madera que servían para atar a los presos. Allí, 71 años después y sin cadenas, el público podrá interactuar con archivos audiovisuales y sonoros que conforman la nueva sala inaugurada por el Museo. Para su director, Daniel Castro, es importante resaltar el papel del lugar: “el espacio que privó la libertad hoy es uno para que nos sintamos libres y entremos en diálogo con nuestra memoria, con nuestro patrimonio”. 

Con el agradecimiento de José Jorge Dangond, gerente de RTVC, llegó una frase que Daniel, asintiendo, aprobó: este espacio “nos identifica, nos da a entender y nos enseña un poco de lo que fuimos, lo que somos y seremos”. A continuación, el conversatorio se llevó a cabo en torno a cuatro ejes: la memoria como vínculo, como oportunidad, como metáfora y como insumo periodístico. 

La memoria rompe las fronteras y, sin importar si se ha compartido un espacio o una época, es entendida como el vínculo que nos permite ser parte de un mismo proyecto. Bajo esta premisa se constituye Señal Memoria que para Tatiana Duplat, su directora, es “un archivo que se gestiona como un museo”. Ella destaca que los trozos de pasado que guarda dicha iniciativa sirven para constituir un país, entender su historia y construir un relato de nación. “Si nosotros somos el sistema de medios públicos y proponemos una narrativa sobre qué somos como nación, nuestro archivo tiene que dialogar con el Museo Nacional.”

Con estas reflexiones definió su participación Tatiana y el micrófono pasó a Alexandra Falla, directora de la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano, quien sostuvo que “los museos son escenarios naturales de socialización de la memoria”. Con el referente de una película de Disney, que muchos reconocimos, concluyó: “la memoria realmente muere cuando se olvida” y para evitarlo es necesario quitarle la noción de fragilidad; “la función está completa cuando esa memoria le puede servir de espejo a las nuevas generaciones y a un público que supere la academia y la industria”.

Contrario a lo que se cree, Alexandra resaltó que los mayores consumidores de las plataformas digitales del proyecto (La Palabra Des-Armada, RTVCPlay y Señal Memoria) son jóvenes, estadística que fue confirmada por los asistentes, en su mayoría estudiantes que, con libretas o con cámaras, registraban el conversatorio. Este descubrimiento ha sido entendido como una oportunidad para difundir esa memoria que “genera pasión y emoción”, al igual que para consolidar un espejo en el que las próximas generaciones se puedan ver y entiendan la importancia de los archivos.

Después de Alexandra, la voz de Germán Rey llegó con un humor, aparentemente, involuntario. Él se caracteriza por llevar siempre un libro en el bolsillo y esta vez fue Cultura y compromiso de Margaret Mead, antropóloga cultural estadounidense. A manera de spoiler, Germán develó la última idea del libro: se debe modificar la ubicación del futuro. A propósito de esto los jóvenes responden “el futuro es ahora”, una concepción que, a manera de metáfora, comparó con un neonato que se debe alimentar, proteger y ayudar. 

Dentro de esta línea de pensamiento, para el investigador en temas de comunicación hay un problema: la legitimidad del patrimonio audiovisual y televisivo el cual, debido a la estigmatización, el escepticismo y la distorsión, ha sido percibido como algo banal, frívolo y fugaz, que no merece ser conservado. Ante esto, propuso un conjunto de soluciones que involucran verlo como algo que además de preservar la memoria permite proyectarnos. Así mismo, manifestó que se requiere la intervención estatal y social para garantizar la permanencia de los vestigios y el avance en las curadurías audiovisuales y los proyectos públicos. 

Y es que el poder de lo audiovisual es indiscutible. Juan David Laverde, periodista de El Espectador y Noticias Caracol, aún no olvida el fuego que consumía el Palacio de Justicia, el cuerpo de Pablo Escobar sobre el tejado de adoquines, el “todo fue a mis espaldas” de Ernesto Samper o las declaraciones de Álvaro Uribe sobre los muchachos de Soacha. Mientras Juan David traía a colación aquellas imágenes, algunos asistentes miraban hacia el techo y otros hacían cálculos para determinar el tiempo transcurrido desde entonces. De igual manera, los más jóvenes recordábamos los videos de YouTube que han servido como testimonio de esos acontecimientos ocurridos años atrás. 

Para Juan David no es complicado navegar en las aguas pantanosas de la memoria; lo disfruta. La dicha es mayor cuando recuerda que esas voces, alejadas de los centros de poder, son claves para entender nuestra historia y, en primera instancia, son escuchadas por los reporteros. En un país silenciado y bajo el marco de la violencia, el periodismo se ha convertido en un notario de la realidad, un relato de lo que “esas esquirlas de la violencia le iban dejando al país”. Así, desde el periodismo, la memoria sirve como acervo probatorio. Juan David sabe que los archivos de los medios de comunicación son pieza clave para armar el laberinto del conflicto colombiano. Destaca que los medios, además de revelar hechos, hacen un esfuerzo por encontrar las raíces del problema. Pero, si bien reconoce sus logros, les atañe también responsabilidades, y la curaduría, al igual que el museo, se convierte en pieza fundamental dentro de ellos e invitó a reflexionar por qué vale realmente la pena contar.

Además de las once propuestas de Germán Rey (derivadas de la premisa “el futuro es ahora” y del libro de Mead) el conversatorio se convirtió en un impulso para que la memoria sea entendida como lo que pasó y ha de pasar, como algo que no hay que esconder y como componente esencial para la identidad. Parte de la conclusión se transmitió en una invitación: a vernos en ese espejo de la memoria, a ser más conscientes de nuestra historia, de nuestro papel como individuos y como miembros de un colectivo y a consultar y disfrutar los archivos. Para los periodistas, a ejercer su oficio con responsabilidad y a viajar al pasado. 

Al finalizar el encuentro, los asistentes dejaron sus sillas negras para ir a la sala Memoria en Movimiento, que hoy habita el calabozo de los botalones; un escenario donde se reflexiona, vincula, discute, rescata y resignifica un lugar por medio de un acervo histórico audiovisual y radial de gran relevancia para nuestro país. Allí no se preserva lo viejo ni lo aburrido; se reflexiona a partir de nuestra historia, se interpreta el poder de la memoria y se recuerda, una vez más. 


Como dijo Daniel, “está en nuestras manos revitalizar la memoria y el patrimonio audiovisual”. 


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